jueves, 29 de noviembre de 2012

QUE NADA CAMBIE

 Es su aniversario, quince  años juntos. Bailan en el salón  mirándose a los ojos, yo les veo desde el pasillo. Fijo la mirada  en las llamas de la chimenea. El fuego ilumina  el rostro de  madre, ¡Qué guapa está! Veo cómo padre, de reojo, también mira el fuego. Hubiera preferido que él, como siempre,  hubiese llegado antes que yo  para recoger el correo, yo no hubiera tenido la ocasión  de despegar los sellos de las cartas: aquellos sellos que a veces llegaban, pasaban siempre desde las manos de mi padre a   mi colección. La chimenea sigue encendida. Crujen agitadas las ascuas, se queman las flores, los bellos paisajes, las imágenes  pintadas en esas estampillas. Mi madre ríe, me gusta su risa, quiero que siga riendo.  Atizo el fuego,  continúa quemando.   Miro a mi padre, y ante su sorpresa, le muestro una mirada fría y  el último sello que no se salvará de la quema: lo conservo desde hace años, era mi favorito. Si yo hubiera sabido…Lo arrojo al fuego  y las llamas se elevan, el sello  se abrasa junto a los  te quieros postales  que  no son de mi madre. Ella sigue riendo.

1 comentario:

  1. Este relato lo he leído en algún sitio, que ahora no consigo recordar,
    además no hace mucho.
    Me gusta, aunque hay algo que no me deja meterme de lleno en la historia.
    Tonterías mías. Espero no te importunes.
    Otro abrazo.

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