BIENVENIDOS AL PARAISO.
Era frecuente que terminásemos con bronca. Temblaban hasta
los taburetes de la barra del café Paraíso. Cierto es que la televisión nos
ayudaba con las noticias. Cierto también que el vino que se servía no era ni
bueno ni malo, más bien de chato mañanero. Todos sabíamos de política, de
enfermedades, de asuntos sociales, todos, allí no quedaba ni uno sin dar su
opinión. Por las tardes los golpes en la mesa con las fichas de dominó
agudizaban el jolgorio. A la noche, después de la cena, ya con el día
sosegándose, saludos adormecidos al que llegaba, palmadita en la espalda y
vuelta a empezar: el sinvergüenza de turno y
hasta la predicciones del parte
meteorológico nos conducía a la refriega
y tras ellas cada mochuelo a su olivo y
todos de camino a casa, pensando : “ Ojalá mañana amanezca de nuevo y podamos
seguir estando vivos pero eso sí,
a ser posible a ver si aciertan
de una vez con el tiempo, aunque se acaben las batallas, ya encontraremos otra
diversión”. Ahora ya no tenemos ganas de discusiones, la cosa va en serio, hasta
Tito el del bar ha echado el cierre