UNA NOCHE ÚNICA.
Sonará la última campanada. Luego
vendrán los fuegos artificiales, cohetes y serpentinas, los pájaros volando
asustados y entonces saldrá del portal. Esta vez, imagino, llevará un vestido
rojo de fiesta, tacones y el pelo recogido. Se subirá a un taxi, a uno
cualquiera, y recorrerá la noche de fiesta en fiesta. Se encontrará con las
amigas, con los compañeros de la universidad. Bailará batchatas y cumbias, y
sobre el hombro de ese chico especial sonreirá como ha esperado durante el año que
así ocurriera. Al final de la noche, ya casi entrada la madrugada, tomará un
taxi que en ese momento pasa junto a ella.
_ ¿A dónde señorita?
Desde hace tres años hago la
misma pregunta, cómo si yo no supiera cuál es su destino. Y siempre, sin saber
quién soy, contesta medio adormilada.
_ A la calle Amatista número
siete.
Pongo en marcha el coche y un año
más prosigo mi carrera hasta el lugar indicado, sabiendo que hasta la próxima
nochevieja no volveré a tenerla cerca. La miro por el espejo retrovisor con el
deseo de que algún día conteste.
_ A casa papá.