jueves, 12 de mayo de 2016






UN PEQUEÑO OCEANO

(Imagen pintada por
 Paloma Casado) 


UN PEQUEÑO OCEANO

Cuando llegó todo le causó sorpresa. El jardín y sus flores. La casa, su dormitorio y el árbol que acariciaba la ventana. Pero fue la pecera que año tras año mi padre había creado, lo que cautivó su atención. Miraba y remiraba los corales, las plantas y sus peces multicolores, sobre todo aquel amarillo y de franjas azules.

Es cierto que todos disfrutábamos con ese mar nuestro y particular; tal vez nos perdíamos en sus aguas, relajándonos con el parsimonioso movimiento de sus habitantes, sin embargo era Nico quien no se apartaba de la pecera. La conjunción con el pez era extraordinaria.

Ninguno encontramos extraño que se entretuviese de esa forma, hasta que las horas en las que pasaba junto al acuario fueron más que las de sueño, comida y aseo.

El pez aguantó cinco años a su lado, los anteriores a la agonía de mi hermano, a la aparición de unas aletillas en su costado y a esos azules y amarillos que su piel adquirió.
Fue entonces cuando sospechamos, que la adopción de Nico no había sido “post morten” de una mujer en una patera, tal y como nos contaron, a pesar de haber sido encontrado en el océano