Escuché el traqueteo rítmico de las ruedas de su maleta. Llegaba antes
de lo previsto. Con disimulo la llevé lejos de allí, dejando a los demás
decorando el hotel: cada adorno en su lugar, como ella siempre había deseado y
yo nunca había cumplido. Cuando todo estuvo preparado, entramos juntos; ella no
esperaba ese recibimiento y mucho menos aquel día. Durante la noche celebramos
una navidad muy especial. El final de esta historia podría haber sido
completamente cinematográfico, apareciendo un verdadero Papá Noel, pero no fue
así. Pasadas las tres de la mañana, llegó un cliente inesperado pidiendo un
refresco en aquella noche calurosa de septiembre. Y pensé que no se podía vivir
la navidad cuando uno quiere ni siquiera por la chica de la 101. Estaba
equivocado. En ese momento ella salió con el refresco solicitado saludando con un
“Feliz Navidad” y repentinamente comenzó a nevar. El hombre debió pensar que
estábamos locos .Segundos después, se fue insultando a quien desde el balcón
sacudía una bolsa con migas de pan, pero ella no lo oyó, y yo no lo quise escuchar.
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