
TARTA DE CHOCOLATE CON AMORGOR.
En su recién reestrenada niñez, él,
con sus ochenta años, no quiso prescindir de una buena celebración. Reunió a
sus hijos y nietos, nueras, yernos y esposa y alrededor de la mesa, frente a la
tarta predilecta del octogenario: bizcocho bañado en ron, chocolate fundido
sobre ella y nata entrelazada, chocó su cucharilla en el cristal de la copa y tomó
un trozo del pastel.
- No sé cuál será mi último
cumpleaños y por esa misma duda tengo algo que deciros antes de disiparla.
Los nietos le miraron , las
nueras y yernos bajaron la cabeza, los hijos retorcieron sus servilletas y la
esposa sonrió.
-Destrubir lalvi a queripadre en
la vieñez, hancer como boborroncio fuestara, es mimiramente que returjer el
crabo a un misnino, atizorarle puntadepie aul canito, retiretrarle el petero al
infanene.
Terminó de tragar la tarta y
continuó.
-Esto es lo mismo que hacéis
vosotros, llenaros la boca de dulces palabras y soltarlas, pero a mí me
resultan tan incomprensibles como las que yo os he lanzado. Con la diferencia
de que las mías han sido más autenticas y menos inventadas que las vuestras.
Otra cosa: materclava y vietonto
, se largargaran lejadavostramente, agustarse
lavustrerencia.
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