UN MAESTRO PARA LUCÍA
Mientras su hermana juega con las muñecas, él la mira detrás de esas gafas de color azul, que jamás deja olvidadas ni pierde, sabe que a mamá la costó mucho comprarlas. Cuando el juego de la niña ha acabado, el recoge las muñecas y con suavidad la riñe por que no es ordenada. Lucía hace pucheros y la arrulla en su pecho.
Y al caer la tarde, llega el cotidiano paseo. Su abuela los mima demasiado, pienso yo, pero me enternece verles a los tres unidos de la mano, sin soltarse, como si tuvieran miedo a que alguno, distraído, cambiara de camino y se extraviara.
Él es de pocas palabras. “Es muy observador “dice mi mujer, mientras con delicadeza coloca su flequillo, y el devuelve el gesto a la abuela, con su mejor beso.
De pronto, ya junto a la ribera., el se sienta con Lucia, y mira hacia el cielo, entonces habla, claro que habla, tiene una responsabilidad.
- Mira Lucia, una hoja, dos hormigas, tres margaritas…
Y la niña repite la cuenta intentando aprender.
Veo a mi nieta Lucia mirarle como a un dios, por que él ya sabe contar, y a él, orgulloso, le gusta ser su maestro.
Y yo, que adoro a mi nieto desde ese día en que nació, y supimos que un tal señor Down iba a dar nombre a su discapacidad, respiro profundamente, y sonrió.
(Presentado a creciendo juntos)
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