miércoles, 31 de octubre de 2012


MIRADA FRIA

Cuando no te vea
mirare para otros lados
para los lados vacíos  sin vida y sin sangre
de esos que penetran tan dentro que hacen daño
Cuando no me mires,
mirare para otros lados
para no darme cuenta de tu desinterés
Cuando no te tenga
me arrullaré en  mis brazos
sentiré el balanceo del aire
Cuando no me quieras
no lo recordaré
Tendré siempre presente tus besos
todos aquellos que nunca me diste
Los que recogí en una tarrito de memoria
Y  los sacaré a la noche
para que el rocío les de vida.
Mientras tu no me miras, mientras tu no ves.

lunes, 29 de octubre de 2012


UN MAESTRO PARA LUCÍA

Duerme tranquilo. Y al llegar los rayos del sol a su nariz, se levanta con una sonrisa que anima el alma. Coloca los zapatos uno al lado del otro, y suavemente los desliza por sus pies, por los de ella, por los de  la niña de sus ojos, su  hermana Lucía, que aun no cumplió los tres años  y ya admira a su hermano mayor.  No sabe estar sin el.
Mientras su hermana  juega con las muñecas, él la mira  detrás de esas gafas de color azul, que jamás deja olvidadas ni pierde, sabe que a mamá la costó mucho comprarlas. Cuando el juego de la niña ha acabado, el recoge las muñecas y  con suavidad la riñe por que no es ordenada. Lucía hace pucheros y la arrulla en su pecho.
Y al caer la tarde, llega el cotidiano paseo. Su abuela los mima demasiado, pienso yo, pero me enternece verles a los tres  unidos de la mano, sin soltarse, como si tuvieran miedo a que alguno, distraído, cambiara de camino y se extraviara.
Él es de pocas palabras. “Es muy observador “dice mi mujer, mientras con delicadeza coloca su flequillo, y el devuelve el gesto a la abuela, con su mejor beso.
De pronto, ya junto a la ribera., el se sienta con Lucia, y mira hacia el cielo, entonces habla, claro que habla, tiene una responsabilidad.
- Mira Lucia, una hoja, dos hormigas, tres margaritas…
Y la niña repite la cuenta  intentando aprender.
Veo a  mi nieta Lucia  mirarle como a un dios, por que él ya sabe contar, y a él, orgulloso, le gusta ser su maestro.
Y yo, que adoro a mi nieto desde ese día en que nació, y  supimos que un tal señor Down iba a dar  nombre a su discapacidad, respiro profundamente, y sonrió.

(Presentado a creciendo juntos)

martes, 9 de octubre de 2012







CONDENADO

Con un fuerte golpe de maza, el juez dio por terminado el juicio. Ahora,  el acusado debería esperar  la sentencia. Durante esos días de incertidumbre, él, anduvo por las  nubes y  cuando se dio  cuenta de lo que estaba sucediendo  sospechó   que le declararían culpable y le pondrían una condena con la intención de hacerle     más sensato, y que bajara a la tierra. Y así fue. Le expulsaron de su casa y tuvo que arreglársela solo en su nuevo destino. Una vez allí, lo primero que debía  hacer era encontrar un banco para cambiar las últimas tres  monedas  que le quedaban.
Anduvo varias horas entre las calles de su nuevo hogar y le fue imposible encontrar un banco como el que necesitaba. Comenzó a impacientarse y pensó que en esa desesperación también estaba la penitencia. Y todo por una gamberrada angelical.  ¿Cómo encontraría un banco de buenas acciones donde cambiar sus tres estrellas? ¿Por qué se le ocurriría cortarle las alas a Gabriel para ver si le crecían de nuevo? Él no sabía nada de los hombres. Pobre ángel, vivir en la tierra no iba a serle nada fácil.

viernes, 5 de octubre de 2012


                    HUELLAS DE CARAMELO.


Los cristales de la ventana sabían de mis esperas, de mis dedos pegajosos ,cuando Lucía me traía a escondidas caramelos y me anunciaba un nuevo encuentro, para luego  peinar  mi pelo, asearme mientras me hacia cosquillas, y arreglar mi   cama.
 Las ventanas eran como periscopios de submarinos, por los que veía llegar a quien sería en esa ocasión   mi cita a ciegas. Siempre fue  así. Entraban hasta los jardines del edificio, bajaban de los coches y no volvía a saber de ellos hasta pasadas unas horas. Pero yo ya había visto sus caras, sus ojos asustados, sus manos temblorosas aferradas  a otras adultas. Durante ese  tiempo en el que perdía su rastro, imaginaba como serian: tímidos, silenciosos, divertidos… La inquietud y la curiosidad se me enganchaban al corazón y mataba los nervios y la  impaciencia  con los dulces de Lucía.
Algunos estuvieron conmigo durante meses, otros unas semanas y los menos unos días. Todos ellos se quedaron en mí  y dejaron su huella.  ¿Cómo olvidar a esos  niños que  durante  aquellos años infantiles, en los que aprendí a  vivir  y a  ganar a la muerte, fueron mis compañeros en la  habitación de un hospital?