Nos encantaba viajar en nuestro barco velero, entre espuma y brisas de mar. La música se escuchaba desde una punta a otra de nuestro navío. Encendíamos velas y su luz aclaraba la noche, se propagaban aromas a vainilla y limón. Nuestros ojos, nuestras manos, se posaban en los paisajes más hermosos y soñamos sin querer despertar. Pero un día nos sorprendió la tormenta, zarandeó nuestra nave y aquellos viajes nuestros se volvieron grises y turbios. La tormenta dejó culpa y reproches. Dejamos de viajar juntos. Una noche, yo quise volver a intentarlo y te propuse salir en el barco por nuestro mar particular. Me vi sola, soñando sola, no había ni aromas, ni espuma, ni velas, y el viaje fue corto: decidí quitar el tapón de la bañera, y mis sueños y tu amor se fueron por el desagüe. No he vuelto a verte más.
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