QUE NADA CAMBIE
Es su aniversario, quince años juntos. Bailan en el salón mirándose a los ojos, yo les veo desde el pasillo. Fijo la mirada en las llamas de la chimenea. El fuego ilumina el rostro de madre, ¡Qué guapa está! Veo cómo padre, de reojo, también mira el fuego. Hubiera preferido que él, como siempre, hubiese llegado antes que yo para recoger el correo, yo no hubiera tenido la ocasión de despegar los sellos de las cartas: aquellos sellos que a veces llegaban, pasaban siempre desde las manos de mi padre a mi colección. La chimenea sigue encendida. Crujen agitadas las ascuas, se queman las flores, los bellos paisajes, las imágenes pintadas en esas estampillas. Mi madre ríe, me gusta su risa, quiero que siga riendo. Atizo el fuego, continúa quemando. Miro a mi padre, y ante su sorpresa, le muestro una mirada fría y el último sello que no se salvará de la quema: lo conservo desde hace años, era mi favorito. Si yo hubiera sabido…Lo arrojo al fuego y las llamas se elevan, el sello se abrasa junto a los te quieros postales que no son de mi madre. Ella sigue riendo.
Este relato lo he leído en algún sitio, que ahora no consigo recordar,
ResponderEliminarademás no hace mucho.
Me gusta, aunque hay algo que no me deja meterme de lleno en la historia.
Tonterías mías. Espero no te importunes.
Otro abrazo.