ACTO FINAL
Gloria lo oprimió por la cintura. Denis no se movió. Su olfato percibió el perfume de Gloria. No soportaba aquel olor, lo odiaba. Él mismo le había regalado en otros tiempos, frascos y frascos de aquel líquido que tanto adoró años atrás. Pero la vida cambia y aquella noche, en la que celebraban los quince años de matrimonio, Denis, sólo podía pensar en Verónica, en sus labios, en su boca suave, cálida y húmeda entrelazada con la suya. En todos y cada uno de los momentos imaginados, no reales, pero tan esperados, tan deseados.
Si su rostro hubiera sido otro… Si los sonidos de sus cuerdas vocales, si su risa hubiera sido diferente… pero no era así. Denis debía arrastrar la maldición de pensar sólo en Verónica, de soñar solamente con ella.
Verónica era la imagen contraria del espejo, el reflejo opuesto de su mujer. Sus ojos, enigmáticas lagunas negras, inundaban la mirada de Denis hasta golpearle en lo más hondo de sus instintos y a veces incluso de su alma. Sus movimientos lentos y cadenciosos, dejaban en el aire una estela de sugestión carnal. Verónica, a veces tan inalcanzable, a veces tan cercana, se había convertido en el único y obsesivo pensamiento de Denis.
Sin soltar totalmente los barrotes, se giró sobre sí mismo. Besó los labios de Gloria cerrando los ojos. Otros hubieran creído que era el claro signo de la pasión, pero sólo era un acto pensado. Era la única manera de no ver el rostro de su mujer y poder imaginar a Verónica uniéndose con él y con su anhelante boca. Sus brazos se soltaron poco a poco. Con un movimiento brusco, agarró a su mujer por la cintura y sin abrir sus ojos, besó su cuello, su nuca, sus hombros. Sus labios fueron deslizándose ansiosos por un cuerpo imaginado y deseado. Las yemas de sus dedos buscaban la curvatura de unos senos sospechados. El aroma volvió de nuevo y violentamente se apartó.
En un impulso, que podía parecer una propuesta digna del mejor amante, cogió de la mano a Gloria, dirigió sus pasos al baño, y allí, desnudándose con rapidez, invitó a su mujer a hacer lo mismo. Minutos después el agua se deslizó por ambos cuerpos. Como una cascada templada se abrió paso entre las piernas. El perfume fue desapareciendo del cuerpo de Gloria. De nuevo los ojos cerrados, la mente a kilómetros de aquella habitación. Las gotas de la ducha se fusionaron con otras saladas procedentes de los ojos de Denis. Las manos temblorosas recorrían cada punto del cuerpo de Gloria. Con sacudidas hasta ahora jamás sentidas, viajando por todos y cada uno de los rincones femeninos, imaginándolos desconocidos, soñó con la piel tibia y receptiva de Verónica. Gloria, estremecida por aquellas inusuales demostraciones, apretaba su cuerpo contra el de Denis, quien parecía recibirlo con el agrado y el misterio de una primera vez.
En el hilo musical, una canción en francés ambientaba el momento para los dos, mientras las lágrimas continuaban mezclándose con el agua, simulando un amor apasionado.
Como dos jóvenes adolescentes se enredaron salvajemente, delicadamente, tiernamente, violentamente. La luz proyectaba la sombra de una única silueta, la de dos cuerpos unidos en uno sólo.
El móvil de Denis sonó dos veces. La primera hizo que él volviera a la realidad. La segunda provocó el desencadenado final de aquella escena amorosa.
Gloria salió de la ducha y contestó al teléfono. Una voz femenina al otro lado del teléfono, para ella. Para él, el sonido de la libertad, el empuje para acabar con todo, para dejar de fingir. Para acabar con el engaño.
-Era Loreto, quería saber cómo estábamos. Esta niña siempre tuvo desde pequeña el don de la oportuna interrupción.
Denis se desplomó sobre la cama. El burbujeo del champan en las copas, el mar, la música en francés, y él, en aquella habitación, con la que tanto había fantaseado, y sin embargo estaba acompañado de la mujer equivocada.
Salió de nuevo al balcón.
Volvió a sonar el teléfono. Gloria se lo entregó con indiferencia.
-Contesta Denis, esta vez sí es… Verónica. Pero antes brindemos por la despedida. Y ahora, cuando te vayas con ella, dale las gracias de mi parte.
-No entiendo Gloria.
-De no haber existido ella, nunca hubiéramos disfrutado de este último acto tan apasionado.
BEG, te encuentro en este relato y me ha gustado, yo también participo con otro en este concurso y en estanochetecuento.
ResponderEliminarMe alegro de cruzarme contigo y espero que sigamos en contacto.
Un beso de EPÍFISIS
Por cierto mi blog más actual es http://escafoides.blogspot.com
ResponderEliminarSi te aburres que creo que no es tu caso,pero si te apetece, entra sin llamar (me encanta tu frase).