Durante toda la semana he ido abriendo las cajas de la mudanza. Ya he colocado los libros en las estanterías, no por colores cómo hacen algunos, he preferido hacerlo cronológicamente, tal y como llegaron a mis manos, por eso “Platero y Yo”, es el primero de la izquierda, luego le siguen cuentos fantásticos, de príncipes y princesas, de esos que me hicieron pensar en la infancia, que esa magia existía. (Duró poco el pensamiento). Y uno a uno colocados, hasta el último que ya he terminado de leer. Y entre todos ellos, busco un lugar para “Niños de Sal”, ese que me mantuvo casi un año pendiente de acabar de escribir. La música, descansa, por poco tiempo, en otra estantería. Se diría que cada lugar estaba esperando su huésped. Cajas de colores con fotografías, mis ángeles, todos ellos adultos, los prefiero ya crecidos, me hacen creer que también hay ángeles mayores de edad. El salón pintado en color malva y decorado con papel blanco y negro, a juego con los sillones, en esto si me decido por colores. Son los muebles restaurados de mi abuela y el espejo de tres por dos, enmarcado en pan de oro. Me miro en él, ¡Cómo ha pasado el tiempo! La primera vez que me vi en él debía tener cinco años, o eso recuerdo. Las camas, las consolas, las múltiples sillas, los relojes, las lámparas. La de mi abuela, me ha dado más quebraderos de cabeza ,es demasiado grande y pesada, ya no hacen las casas como antes.
Pero sigo teniendo el mismo problema de siempre, hay un cuadro que no sé donde colocar, no encuentro el lugar adecuado, y supongo que terminará, sobre la cómoda de mi habitación, mirándome cada noche, huérfano de pared, y es que creo, que esta, tampoco es la casa donde viviré para siempre, siento que él lo sabe, y se niega a lucir en las habitaciones de ninguna de las casas donde he vivido. Tendré que seguir buscando, pero eso será quizá dentro de algunos años. Tengo claro, que a cientos de kilómetros hay un lugar, donde ese paisaje, encontrará su muro donde descansar para siempre.
Pero sigo teniendo el mismo problema de siempre, hay un cuadro que no sé donde colocar, no encuentro el lugar adecuado, y supongo que terminará, sobre la cómoda de mi habitación, mirándome cada noche, huérfano de pared, y es que creo, que esta, tampoco es la casa donde viviré para siempre, siento que él lo sabe, y se niega a lucir en las habitaciones de ninguna de las casas donde he vivido. Tendré que seguir buscando, pero eso será quizá dentro de algunos años. Tengo claro, que a cientos de kilómetros hay un lugar, donde ese paisaje, encontrará su muro donde descansar para siempre.
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